viernes, 18 de febrero de 2011

Entrevista directa

Otra forma de ver al mundo
Por: Tamara Stella

          Profesora de psicopedagogía diferenciada - especializada en irregularidades mentales - hace 11 años, oriunda de Lanús, Vanesa Azcurra (30 años) afirmó que no existen “chicos discapacitados” sino “chicos con necesidades educativas especiales” impulsando, al mismo tiempo, el trabajo en equipo y la concientización social en Argentina.

- ¿Cómo eligió su profesión?
(Mira hacia arriba tratando de recordar lo más preciso posible) En el ’97 salí del secundario queriendo seguir medicina pero decidí primero hacer una carrera corta para poder solventar dichos estudios. A pesar de que nunca se me cruzó por la mente que terminaría por estos rumbos, dije “bueno… la psicopedagogía me gusta, la discapacidad me gusta… y me metí para ver qué es esto”. Empecé, me encantó, me apasionó el tema. Ya en 1° año era auxiliar de sala. Mi primer trabajo fue en Adrogué en VILCA (instituto educativo terapéutico) con chicos con síndrome de Down psicótico. Después me cambiaron de sala, tuve grupos, trabajé en gabinetes y así un poco de todo. Actualmente, estoy en el centro educativo terapéutico de Lanús que se especializa en estimulación temprana y rehabilitación; estoy atendiendo pacientes particulares. (Cambia el tono de voz y frunce la frente) Antes, formé parte de un centro terapéutico pero renuncié porque no era ético, iba en contra de mis principios profesionales. Pasaban muchas cosas que no me gustaban. Con solo decir que a un bebé con hidrocefalia (es cuando el bebé tiene la cabeza mucho más grande que su propio cuerpito) le limpiaban las enfermeras – dentro de su ignorancia – los tubos que tenía para regularle el tamaño de la cabeza ya llenos de gusanos con tal de no llamar a la madre de la criatura para que no se enojara y lo retirara del centro terapéutico. Siempre lo notaba con fiebre, un día lo levanté para acomodarlo y me dí cuenta de la cantidad de bichos en esos tubos. Cuando interrogué a la enfermera me miró y me dijo: “¡Sí, pero son $500 que perdemos!”. Recuerdo, también, como experimentaban con esos muchachos que cada vez que tenían un ataque de histeria le aumentaban la dosis del ansiolítico - anticonvulsionante con tal de que se quedaran quietos. Era un infierno tener que vivir aquella realidad. (Respira hondo)

- ¿Qué es lo más difícil de su profesión? ¿Algo positivo?
Lo que más cuesta definitivamente es involucrarse con el trabajo y tomar responsabilidad. En las manos no tenés una computadora que si se rompe compras otra, los padres depositan lo más valioso que tienen: la vida de sus hijos. Cada cosa que uno puede hacer es significativa para la persona dentro del tratamiento y avance madurativo. Ser consiente de eso y tratar de ser lo más profesional posible es toda una tarea. Cuando me dí cuenta que había profesionales haciendo cosas muy graves me aparté y las denuncié. A la institución no le interesaba ya que ese profesional les traía muchos ingresos, por una hora que los padres pagaban recibían $240, no les parecía relevante el que ese mismo hombre haya abusado y violado a muchas de las internas. Más allá de querer ser optimista, profesional y objetiva hay cosas que te afectan y no podes ser fría, solo con la práctica te das cuenta si eso es para vos o no. Lo mejor es ver la sonrisa del chico. Puede parecerte frustrante emplear todo un año para que un nene agarre la lapicera, pero el que lo logre o aunque sea tenga la intencionalidad de tomarla es un premio gratificante. Lo importante es ver que eso en el futuro le sea útil. De nada sirve que le enseñes por ahí sobre San Martín si no puede siquiera saber cómo tomar un colectivo.

- ¿Cómo prepara sus clases? ¿En qué se basa?
No doy clases sino lo mío es más terapéutico. Trabajo con los cuadros más críticos, patologías y cuadros irreversibles, chicos que están en estado vegetativo y con diferentes tipos de enfermedades genéticas. He compartido con chicos internados o que han estado en la Fundación Huésped. Son casos tan específicos que el tratamiento se basa en cada uno de ellos particularmente. Se parte de aquello que pueden hacer: si un chico no puede leer porque no tiene adquisición del lenguaje yo no voy a insistir para que lea o me diga una palabra, no. Pero en base a lo que él puede hacer, un movimiento quizás con el que sería posible que él se llegue a comunicar… bueno, hagamos algo con ese movimiento. Esto, para evitar la frustración. El trabajo es cognitivo conductual y el objetivo es significativo, para que el chico pueda aprender y autovalerse dentro de sus posibilidades. No por esto, tengo “el cielo ganado” (como dicen), mi trabajo lo veo como cualquiera.

- ¿Cómo reacciona una familia ante la llegada del discapacitado?
Si no hay secuelas muy evidentes a nivel físico, los que pueden detectar las patologías son los pediatras y neonatólogos. Una vez hecho el diagnóstico, la familia demuestra: rechazo o sobreprotección. En el primer caso, es probable que no consulten a ningún especialista, se encierren en su idea y de ahí a que tomen conciencia es todo tiempo perdido para la estimulación correcta del paciente. Frente a dicha actitud, fundamentalmente, se busca evitar el abandono y las agresiones. En el segundo caso, los familiares deben tomar conciencia de que no son eternos, algún día ya no van a estar y el “discapacitado” tiene que autovalerse (si es que su patología se lo permite) ¿por qué sobreprotegerlo, no dejarlo crecer si él puede? Por todo esto, recomiendo no solo la atención psicológica sino desde las distintas áreas y con diferentes profesionales como terapistas ocupacionales, kinesiólogos, fonoaudiólogos, psicopedagogos, profesores de educación física, etc.

            -¿Cómo se ve una persona con capacidades diferentes frente aquellos que la sociedad llama “normales”?
(Hace una pausa y se mueve dentro de su silla) No sé si llegan a tomar conciencia plena de la situación. Algunos (condición leve a moderada) muchas veces me sorprenden con la manera de asimilar su estado y ver que la tienen super clara. Otros (no se percatan de todo) siguen por seguir, aman a la gente que les está a su lado pero no llegan a comprender el por qué de tanta contención. Y un tercer grupo (no tienen formado su esquema corporal o no registran) trabajan con espejos. Resentimiento es una palabra que para mí en ellos no existe. Les cuesta, no por ellos sino por el otro, la interacción y el integrarse. No todos pueden integrarse a la sociedad en sí, depende mucho del tipo de discapacidad. Para mí no son chicos diferentes, no son discapacitados sino chicos con necesidades educativas especiales. Todos tenemos necesidades y ellos las tienen un poco más específicas. Es importante tomar conciencia que los derechos y deberes son iguales para todos, y si no hacemos respetar nuestros derechos nadie lo va hacer por nosotros (con tono burlesco).

-Para usted los discapacitados son…
Discapacitados es una terminología muy empleada pero no creo en la palabra. Para mí, existen chicos con necesidades educativas especiales que necesitan la ayuda para algunas cosas que yo puedo hacer y el otro no. Sienten, sufren, aman como cualquier persona y me gustaría que todos nos volvamos un poco más abiertos y lo veamos de esa forma. Nada de compasión. Pobresito nada. Me enojo mucho cuando la gente los mira como un objeto extraño salido de otro planeta y no es así. El camino de la vida para todos es difícil, siempre necesitaremos del amor de los demás como fuerza de vida en nuestros peores momentos y como alegría de los mejores. Todos necesitamos ese amor y en mayor medida los chicos con alguna patología. Alguna vez escuché decir: “Si Dios permite el nacimiento de un niño diferente es porque confía en la humanidad”.

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